39. La conciencia a la luz de diferentes sistemas
39. La conciencia a la luz de diferentes sistemas
Se empieza a reconocer que hay un espectro de estados de conciencia, cada uno asociado con una individualidad diferente; por otro lado, hasta hace poco se inició la aceptación de los aportes de ciencias no empíricas.
El neurofisiólogo John C. Eccles conjetura que las experiencias conscientes se correlacionan con patrones espacio-temporales de actividad neuronal en los módulos de zonas espaciales del neocórtex.
Finalmente, nuestro estado habitual de conciencia es un instrumento especializado para hacer frente a nuestro medio y a las personas que en el se encuentran, y aunque es posible fraccionar la definición de la conciencia en diferentes partes, todas estas partes funcionan como un todo.
Contents
- “La naturaleza de la mente es la sabiduría de lo ordinario”
- Las ciencias de la conciencia son funcionales
- La conciencia no es un solo estado, sino un espectro
- ¿Es la conciencia una ficción?
- La conciencia funciona como un todo
- El surgimiento de la atención
- El rol de las áreas de asociación en la corteza
- Referencias

“La naturaleza de la mente es la sabiduría de lo ordinario”
Las ciencias de la conciencia son funcionales
La ciencia busca la creación de leyes para fenómenos que en el pasado hubieran sido impredecibles, haciéndolos de tal forma, predecibles. Al desarrollarse la ciencia, se intenta leer mejor el libro de la naturaleza, facilitando cada vez más el acceso humano a su seno por medio de leyes cada vez más amplias.
Pero al estudiar el comportamiento y los fenómenos que se denominan concientes, la reducción de sus rasgos a la forma de leyes de medida o de las leyes numéricas implica su expresión bajo la forma de «enunciados condicionales universales».
En las ciencias de la conciencia es difícil que las leyes que se formulan adquieran formas numéricas, por la razón que las explicaciones relativas a la conciencia, como cualquier explicación biológica, son de tipo funcional, en el sentido de que se explica en términos de la función que cumple para el organismo.
Autores como el neurólogo Antonio Damasio sugieren que es posible que la conciencia no sea más que un producto evanescente de procesos más mundanos completamente físicos, de una forma semejante al arco iris, que es el resultado de la interacción entre la luz y las gotas de lluvia y refiere que a medida que los neurológos adquieren cada vez mayores conocimientos sobre los procesos relacionados con la conciencia, se acercan más al misterio central de la conciencia misma.
La investigación es profusa, abarcando tópicos comoconstrucciones de bases de datos, el poder de los sentimientos, los tipos de información y la creación del yo.
Aunque esta proposición sugiere algunos visos de la conciencia como epifenómeno, si se contempla el estudio de la conciencia como un proceso fluído como ya lo había propuesto William James hace un siglo, se pueden llegar a otras conclusiones.
Las explicaciones relativas a la conciencia se apoyan en funciones que se relacionan para la obtención de algún fin, que a su vez se relaciona con algún fin más amplio y así sucesivamente 1.
La conciencia no es un solo estado, sino un espectro
Algunas de las dificultades en el hecho de definir y conocer lo suficiente sobre los estados de conciencia (Cf. El espectro de la conciencia) radican en que bajo el estado actual, las diferentes disciplinas que tienen como objeto de estudio a la conciencia se refieren a un solo estado, cuando ya se empieza a reeconocer que hay un espectro de estados de conciencia, cada uno asociado con una individualidad diferente; por otro lado, hasta hace poco se inició la aceptación de los aportes de ciencias no empíricas, en la medida de considerar que el conocimiento científico no es la única forma de conocimiento, ya que allende el método científico -comprendiendo las ciencias empíricas que aglutinan datos procedentes de los sentidos y de sus extensiones como microscopios, telescopios, otros instrumentos de laboratorio-, están los conocimientos mental y contemplativo.
El ojo de la carne, como lo refería San Buenaventura no puede conocer lo que conoce el ojo de la Razón y el ojo del Espíritu.
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San Buenaventura
Giovanny Fidanza
Bagnorea, Italia:1221-Lyon, Francia:1274
Crédito de imagen:
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De modo que si el ojo de la carne no vé algo, solamente puede decir que no lo vé, en lugar de decir que no existe; cuando se hacen tales extrapolaciones, se incurren en los llamados “errores categoriales”.
A su vez, el ojo de la Razón permite contemplar cosas a las que no accede el ojo de la Carne, dentro de estos conocimientos están las matemáticas, la lógica y todo lo relacionado con el lenguaje, que trascienden el mundo de los sentidos.
Al igual que el ojo de la Razón va más allá de los sentidos, el ojo de la Contemplación o del Espíritu va más allá de la Razón y el lenguaje. Del conocimiento intuitivo nacen la sabiduría y la espiritualidad. Fué para desarrollar este ojo casi siempre cerrado que se desarrollaron técnicas en Oriente, como la meditación o los koanes del Zen.
Utilizar exclusivamente el ojo de los sentidos no es ciencia, sino cientificismo; usar solamente el ojo de la Razón equivale a un racionalismo vacío, como la escolástica medioeval; y tulizar solamente la intuición puede llevarnos “a estar en las nubes”.
Y cada uno de estos tipos de conocimiento tiene su lugar, que no debe confundirse, o resulta en los errores categoriales: por ejemplo si se contempla la espiritualidad con el ojo de los sentidos lleva al error categorial del dogmatismo 2.
Al tratar sobre las herramientas conceptuales que cada rama empírica de la ciencia emplea para dar origen a conocimientos válidos, surge el tema de los llamados «errores categoriales«, que surgen cuando las verdades surgidas de los ámbitos de la sensación, de la razón y de la contemplación se translapan o se deducen a partir de los datos obtenidos en particular para cada ámbito.
Cuando las herramientas de obtener conocimiento en cualquiera de estos ámbitos o categorías intentan obtenerla en forma homóloga para cualquiera de los otros, se produce una invalidación de la epistemología resultante 3.
¿Es la conciencia una ficción?
El instrumentalismo por ejemplo, considera que los átomos y las moléculas implicados en la teoría cinética de los gases son cómodas ficciones teóricas, cuya introducción está justificada por su utilidad para relacionar un conjunto dado de observaciones de un sistema físico, con otro conjunto similar.
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Alan Chalmers
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Alan Chalmers refiere que a la luz del instrumentalismo, “los amperímetros, las limaduras de hierro, los planetas y los rayos de luz existen en el mundo, mientras que los electrones, los campos magnéticos, los epiciclos tolemaicos, no”.
Complementa Chalmers refiriendo como:
“Si hay cosas que existen en el mundo además de las cosas observables y que quizá sean responsables del comportamiento de las cosas observables, eso es algo que no interesa al instrumentalista ingenuo. Cualquiera que sea su postura acerca de esta cuestión, para él no es asunto de la ciencia establecer lo que pueda existir más allá del reino de la observación. La ciencia (de acuerdo al instrumentalismo) no nos proporciona un medio seguro de llenar el vacío entre lo observable y lo inobservable” 4.
Sin embargo, a pesar que el instrumentalismo comparte con el inductivismo 5 una actitud precavida en cuanto a no afirmar nada que derive de la base sólida de la información, tiene debilidades en su postura que radican en que los enunciados observacionales dependen de la teoría y son falibles.
Sin embargo, en nuestra época se ha dado la coincidencia de que se puedan ver casi directamente estas “ficciones teóricas”, por ejemplo, la observación de átomos con microscopía de luz visible y rayos X, con lo cual se socava la concepción instrumentalista, ratificando de paso, que lo que el ojo de la carne no vé no equivale a que no exista.
El establecimiento de categorías, en las cuales se puede conocer por medio de los sentidos, o por medio del discurso mental, o de la contemplación, ha servido para salvaguardar en términos categoriales el aporte de cada una. La psique y el soma son trama y urdimbre, están ligados el uno al otro.
La conciencia funciona como un todo
Nuestro estado habitual de conciencia es un instrumento especializado para hacer frente a nuestro medio y a las personas que en el se encuentran, y aunque es posible fraccionar la definición de la conciencia en diferentes partes, todas estas partes funcionan como un todo.
Algunos psicólogos opinan que una teoría de la conciencia deberá explicar el mayor número posible de aspectos de la misma, como imaginación, sueños, experiencias religiosas y así sucesivamente.
Todavía no hay un consenso sobre cómo puede ser definida la conciencia. Pero la conciencia en cuanto función superior permite al hombre ubicarse en el campo social donde desempeñará un rol y le permitirá identificarse a sí mismo como participante en ese campo social 6.
Vernon Mountcastle hace alusión a la interpretación de la realidad que hace la conciencia:
“Todos creemos vivir directamente inmersos en el mundo que nos rodea, sentir sus objetos y acontecimientos con precisión, y vivir en el tiempo real y ordinario. Afirmo que todo eso no es más que una ilusión perceptiva, dado que todos nosotros nos enfrentamos al mundo desde un cerebro que se halla conectado con lo que está “ahí afuera” a través de unos cuantos millones de frágiles fibras nerviosas sensoriales. Esos son nuestros únicos canales de información, nuestras líneas vitales con la realidad. Estas fibras nerviosas sensoriales no son registradoras de alta fidelidad, (…) la neurona central es un contador de historias (…) y nunca resulta completamente fiable, permitiendo distorsiones de cualidad y medida en una relación espacial forzada (…) La sensación es una abstracción, no una réplica del mundo real” 7.
Mountcastle explica la evolución de la conciencia y los esfuerzos conscientes de la inteligencia como surgientes a partir de la resolución de problemas no ordinarios. Aquellos problemas que se pueden resolver por rutina no precisan de la conciencia.
Los instintos capacitan a los animales para adaptarse rápidamente al medio natural que les corresponde a través de unas pautas innatas de comportamiento que hay que aprender en muy escasa medida pero al mismo tiempo que facilitan la adaptación a la existencia, la restringen férreamente.
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Bonobos
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El animal lo tiene todo pero no puede variar nada, aunque deba realizar algunos esfuerzos adaptativos para ajustar sus instintos concretos alambiente concreto en que debe desplegarlo.
En agudo contraste, los problemas nuevos no resueltos por rutina (por instinto) se seleccionan críticamente en un determinado nivel de abstracción, y si bajo el enfoque de los procesos inteligentes de estructuración e integración, organización y planeamiento, evaluación y juicio, tienen éxito bajo ciertas condiciones, tras un período de tiempo determinado se convertirán en una cuestión rutinaria y no requerirán del mismo grado de atención.
El surgimiento de la atención
Pero los sucesos inesperados atraen la atención y por lo tanto la conciencia del mismo modo, que con aquellas situaciones con las que estamos familiarizados.
Situaciones similares vienen dadas por el surgimiento o la elección de programas no rutinarios o de nuevos objetivos 8. Todos los organismos saben como conducirse, pero ninguno de ellos tiene que inventarse su vida, como en rigor ha de hacerlo el hombre, describe J.L. Pinillos9. La antropología define al hombre como un ser de carencias, como un ser que ha de crearlo todo porque no tiene nada, y de un modo semejante, el existencialismo afirma que el hombre está forzado a ser libre.
De acuerdo al enfoque sistémico el estado básico de conciencia es el estado ordinario, en el cual existe el denominado estado de percatación o de atención sobre el cual hay cierto control volitivo y se acepta adicionalmente que existe la autopercatación, en la cual uno se da cuenta de que se percata, de que está prestando atención al entorno 10.
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Las ciencias neurológicas procuran explicar de un modo cada vez más coherente y completo el comportamiento total de un animal y de un ser humano, incluyendo el comportamiento verbal.
La mente autoconsciente de la que se ha hablado previamente, desempeña una función selectiva y unificadora que interpreta y selecciona los diversos patrones de actividad de la corteza cerebral estructurándolos y organizándolos en la unidad de la experiencia conciente.
(Ver http://knol.google.com/k/alejandro-melo-florián/mente-autoconsciente-y-conciencia/3sktw3ldc86j2/2 )
En cada momento, la mente autoconsciente selecciona determinados módulos neuronales según sus intereses y por el fenómeno de la atención integra esta diversidad para producir la experiencia consciente.
La corteza, según evidencia experimental, ha mostrado un total de 200 zonas o áreas, definidas con base en diferencias funcionales, puestas de relieve por investigación experimental y patológica.
El neurofisiólogo premio Nobel de Medicina John C. Eccles conjetura que las experiencias conscientes se derivan de patrones espacio-temporales de actividad neuronal en los módulos de zonas espaciales del neocórtex.
La comunicación entre los diferentes componentes al nivel de la corteza cerebral se realiza por medio de un conjunto de neuronas de asociación, que corresponden a aproximadamente unos 14 mil millones.
De las conexiones de estos grupos neuronales surgen las llamadas vías de asociación, creando así un patrón neural complejo, por medio del cual los impulsos de diferentes modalidades sensoriales permitan realizar un reconocimiento dado 11; el siempre creciente número de las neuronas de asociación avanzando al unísono con los cambios evolutivos ha acrecentado enormemente las posibilidades de reacción, abriendo muchas más vías entre las diferentes áreas sensitivas y motoras.
El rol de las áreas de asociación en la corteza
En general, las áreas sensitivas se encuentran atrás de la cisura central, sin embargo, el reconocimiento consciente de percatación y autpercatación depende de muchas cosas, estando comprometido en buena medida con las posibilidades contenidas dentro de los límites de la percepción unisensorial. Por lo anterior, es necesario que las vías de asociación establezcan un puente entre las diversas áreas parasensoriales en un patrón neural complejo, por medio del cual los diferentes impulsos se mezclen en percepciones unisensoriales.
Por ejemplo, los estímulos táctiles y cinestésicos se combinan en percepciones de tamaño, forma y textura; sin embargo, el reconocimiento final de un objeto dado puede depender de la participación de impresiones visuales y auditivas. Por todo lo anterior, la mejor localización de un área polimodal sensorial es el gran territorio cortical ubicado entre las zonas de percepción unisensorial 12.
Del mismo modo se hallan dispuestas para esta interpretación, aquellas áreas del hemisferio dominante que poseen funciones linguísticas o ideativas, o que tienen entradas denominadas polimodales. A estas áreas se les conoce como áreas de relación o de asociación, dentro de las cuales la 39, la 40 y los lóbulos prefrontales son las más importantes.
La sección del cuerpo calloso o comisurotomía produce una división de la unidad funcional de ambos hemisferios. En los estudios de los pacientes sometidos a comisurotomía es importante distinguir la autoconciencia o la mente autoconsciente como aquella asociada al hemisferio dominante, que es de la cual informa el sujeto consciente.
Es importante esta cuestión porque el hemisferio no dominante puede desempeñar muchas de las funciones que antes realizaba el cerebro intacto, pero ha dejado de estar bajo el control de la mente autoconsciente. El hemisferio menor puede estar conectado con una mente, aunque ésta es diferente de la mente autoconsciente del hemisferio dominante.
Referencias
- & Wartofsky MW: Introducción a la filosofía de la ciencia. 2ª Edición. Editorial Alianza Universidad. Madrid, 1983. pp. 342
- & Pigem J: Salir de la caverna. En: Nueva Conciencia. Monografía Nº 22 de Integral. Ediciones Integral. Barcelona, 1994. pp 112
- & Wilber K: El ojo de la ciencia y de la Psicología transpersonal. En: Walsh R, Vaughan F: Más allá del Ego: Textos de Psicología transpersonal. 5ª Ed. Kairós, Barcelona. 1991. pp. 336, 338
- & Chalmers AF: ¿Qué es esa cosa llamada ciencia? Siglo XXI Eds. Madrid, 1987. pp. 206
- & El razonamiento inductivo o inducción lleva desde una lista finita de enunciados singulares a la justificación de un enunciado unievrsal que lleva de la parte al todo. De acuerdo al inductivismo la ciencia inicia con la observación, que proporciona una base segura sobre la que se puede construír el conocimiento científico. El conocimiento científico se deriva de acuerdo al inductivismo, mediante una inducción de unos enunciados observacionales. Para el inductivista la fuente de la verdad no es la lógica, sino la experiencia: el conjunto del conocimiento se construye mediante la inducción a partir de la base segura que proporciona la observación, y en la medida de aumentar el número de hechos establecidos mediante la observación y le experimentación, son más las leyes y teorías con mayor genarlización y alcance. En: Chalmers AF: ¿Qué es esa cosa llamada ciencia? Siglo XXI Eds. Madrid, 1987. pp. 16
- & Shibutani T: Sociedad y Personalidad. Paidós. Buenos Aires. 1961
- & Mountcastle VB: ”The view from within – Pathways to the study of the perception” Johns Hopkins Medical Journal 1975; 136: 109-131. Citado en: Popper KR, Eccles JC: El Yo y su cerebro. 1ª Ed, 2ª Reimpresión, Editorial Labor Barcelona, 1985. pp. 468
- & Popper KR, Eccles J: El Yo y su cerebro. 1ª Ed, 2ª Reimpresión, Editorial Labor Barcelona, 1985. pp. 141 – 142
- & Pinillos JL: La mente humana. Salvat Eds, Navarra 1970. pp. 107
- & Tart C: Enfoque sistémico de los estados de conciencia. En: Walsh R, Vaughan F: Más allá del Ego: Textos de Psicología transpersonal. 5ª Ed, Editorial Kairós, Barcelona, 1991. pp. 169-174
- & Tart C: Enfoque sistémico de los estados de conciencia. En: Walsh R, Vaughan F: Más allá del Ego: Textos de Psicología transpersonal. 5ª Ed, Editorial Kairós, Barcelona, 1991. pp. 169-174
- & House L, Pansky B, Siegel A: Neurociencias Enfoque Sistemático. 1ª Ed en Español. McGraw Hill. México DF, 1979. pp. 462
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